El desarrollo de las neoplasias, benignas o malignas (cáncer), es un hecho presente en la naturaleza que ocurre cada vez con mayor frecuencia en los seres humanos debido al aumento en la expectativa de vida y a factores ambientales y conductuales diversos. La posibilidad de una persona de tener algún tipo de cáncer durante su vida es de una por cada tres personas.
La práctica de la oncología requiere un enfoque multidisciplinario que comprende al cirujano, patólogo, oncólogo médico, radiólogo y otros colegas. En la actualidad, el método más preciso y eficiente en costos para el diagnóstico de los tumores es el estudio histopatológico, el cual resulta indispensable para iniciar cualquier tipo de terapéutica. La tarea del patólogo es proveer un diagnóstico adecuado, preciso y suficiente para que el equipo multidisciplinario tome decisiones terapéuticas.
Con los crecientes avances en el campo de la oncología, el diagnóstico del cáncer requiere el conocimiento de la conducta biológica de esta enfermedad. En especial, el patólogo debe brindar información completa, que además del diagnóstico en sí mismo debe informar sobre el tipo y origen del cáncer, su grado de diferenciación, su nivel de invasión, tamaño, el número de ganglios con y sin metástasis, presencia y grado de invasión vascular, perineural y a órganos adyacentes, la presencia o ausencia de moléculas, enzimas, receptores de hormonas, ploidía, mitosis, porcentajes de células en replicación e incluso determinar mutaciones. Todos estos datos pueden ser relevantes para el tratamiento y pronóstico del paciente y cada neoplasia en particular tiene factores pronósticos y predictivos únicos, que el patólogo debe conocer y saber informar. Es también importante destacar que, en todo diagnóstico oncológico de un espécimen quirúrgico, el patólogo (en especial el patólogo oncólogo) debe establecer la estadificación patológica dado que los médicos que no son patólogos no poseen el conocimiento histológico y anatomopatológico apropiados para tal fin.